martes, 27 de febrero de 2007



No piso ante ti, ni piso donde tú pises quizá, pero sigo tus pasos entre la maleza. Sigo tus pasos sobre las olas. Sigo tus pasos mirando por encima de nuestros hombros. Dándome vuelta y haciendo que creas que te sigo cuando la que sigue eres tú. Creyéndome tus pasos. Sabiendo sin piedad que te engaño porque me dejas engañarte, que me engañas como me engañan el aire y su bufido único y certero en el micro. Como tus nike rojas. Como tu objetivo, como tus cuadernos y tus lápices. Como tu cuerpo, como tu boca, como tu palabra, sigo tus pasos sobre las olas.

lunes, 26 de febrero de 2007

Falsos versículos

Eu ja encontrei o meu ponto fraco.

Ese año, le provocaron temor las fotos futuras, una suerte de nostalgia compasiva de lo no llegado, ni imaginado. En ellas, envejecido, brindaba con extraños, intentando ocultar a la cámara inútilmente esa oscura intuición de lo que pudo haber sido la dicha. Fue aquél un año verdaderamente interminable. Cada uno de los segundos últimos, una derrota. Cada sorbo de champán derrochado, un tropiezo que se anunciaba a voces. Y cada hora, una nueva ciudad: una nueva botella se descorchaba. Y su eco trasoceánico le llegaba débil, atrapado, como repitiéndole por encima del hombro que no existía ninguna salida. Las esquinas que llevaba dentro. Sus callejones anteriores. Lo negro de aquella tinta por sangre seca. La farsa, ahora mismo, en aquella frase. El toro por los cuernos: lo que había, sobraba, y se deseaba algo que no había. Cuanta más droga consumes, menos tienes. Y cuanta más tienes, más consumes. Bajó la testuz y bebió del río. Nadie, ningún caporal con crepúsculo vendrá a buscarlo. Se preparó para sortearle los reproches a la luna en los quejigos. Y asumió un sueño de incertidumbre sudorosa e inabarcable. Prueba a soltar, pero sólo si te lo piden. Esto no está escrito. No dedicará ni una centésima de segundo más para terminar de escribir esa frase. No sabe por qué está pensando en escribir en esa página en concreto, huesuda como su testuz y como la luna. Aquello parecía un engaño.


Arda o no la zarza

Una noche para salvarte tú, porque lo eliges.

Una noche para salvarnos todos, sin salvación posible.

Las piedras nos gritan, y saben, al paso

que nada podrás llevarte contigo que no sea

una mirada cómplice y un sí pero si acaso.

De poco sirve la lluvia que macera

los crímenes impuestos y las venas dobladas.

Soltad, nos dices, con paso tranquilo

bajo el frío aguacero de chiste inventado.


Ves que no hay generación. Que unos hablan,

otros gritan, otros escupen si les apetece.

Las lágrimas tornasoladas de cantería solitaria

merecen más besos o látigos y palabra.

Noche de cuchillos finos y sudor de montaña,

inopinada sinopsis de lo que debería ser.

De lo que no puede ser, escalón tres a cuatro.

Y entonces los escalones se deshacen.

Azucarillo entre risas y oohs,

y mesa que se levanta.


¿Por qué? ¿Por qué nosotros?

¿Por qué tu manta de cabos sueltos

e ideas sincopadas?

Silabario de autoridades con historia tan lejos.

Venga la próxima, a brindar con este extraño.












Venga la próxima y las que vengan,

a brindar con esta extraña, que me ama,

a brindar con esta otra, que me ve.

Duren las mesas de cuatro, mil esquinas,

y los sofás con Truffaut en la tele, frío

y gris de domingo domingo,

Y un insigne señor o colega

roncando ahí al lado.


Que llantos y risas y copas y oscuro

los paguen los que no saben que así,

mientras uno hace otra cosa,

como cenar,

o buscar hostales en Internet,

(porque no todo va a ser follar)

o follar hasta que escueza,

los que no saben, digo, que así,

así se hace la vida, tan mirando.


Que nos paguen ellos las copas

(y si no, los invitamos).

jueves, 22 de febrero de 2007

Precedente, secuela y alternativa

I


El niño entró a trompicones en la habitación y dejó el dinosaurio de peluche sobre la estantería de los minerales. Se metió en la cama y, caprichos de la vigilia, soñó con un hombre prehistórico, muy prehistórico, que se defendía con lanza del ataque de un tremendo protoceratops. En los ojos del hombre prehistórico, el niño caía adormilado contemplando cómo, después de una brutal contienda, el protoceratops, al igual que él, trastabillaba casi sin sentido buscando el apoyo de un enorme árbol oscuro y frutal.


II

El técnico hastiado miró alrededor y no vio a nadie, ni al camión ni a los meritorios ni a nadie. Se espantó las moscas, cerró la tienda de campaña y llamó por el walkie a Bowles. Con voz pegajosa aún le dijo, El bicho se va a pudrir de verdad, joder, os lo lleváis o me cago en la hostia, esta película la termina la madre que te parió. El técnico hastiado llevaba años trabajando en historias sin sentido, llenas de muñecos muertos que parecían muertos, marionetas de látex rebosantes de un patetismo que lo alejaban cada vez más de la idea de Truffaut, Kubrick, Erice. De las ideas al látex, sin salvación posible.





III

El dinosaurio permaneció allí por un tiempo infinito.

Hikikomori, de Iván Rivas



El tráiler del primer cortometraje de Iván Rivas, con María Ruiz (El camino de los ingleses), Junio Valverde (Vida y color) y el propio director como prota.

También lo podéis ver en YouTube, puntuarlo y dejar un comentario.

Ya se estrenó el "director's cut" en un bar madrileño, hace cosa de un mes. Después de retrabajar el montaje, Iván promete ofrecernos el estreno en alguna sala independiente de la capital y ganar muchos premios por ahí...

¡Ánimo y suerte, nene!

lunes, 19 de febrero de 2007

Estatut y carnaval: esto estaba a huevo (pim pom)




Ya tenemos Estatut, ya somos realidad nacional. Ya, ¿quiénes? ¿por qué? y, sobre todo ¿para qué?.

¿Qué es Andalucía?

Almería fue la única provincia que votó "no" al primer estatuto: los que votaron pasaban de Blas Infante, un señor que nació allí, lejísimos, a más de 12 horas de tren de la época, del que apenas habían leído en los papeles. Me gustaría saber cuál ha sido el desglose de ese resultado, ese exiguo 36,28% que nos sigue pintando de relajaítos y tranquilones.

Creo que bastante diferente. O lo espero. Los rencores, razonados, parece que se van diluyendo. La Giralda centrípeta nos reconoce, allí a lo lejos, casi con los murcianicos, como algo más que asteroide, ya somos, al menos, más que Plutón. O eso quiero creer.

Yo ya soy, con el Estatut andaluz, andaluz de la Alta Andalucía, de los del reino de Graná, montañés, oriental, seco, fronterizo.

Que no me digan que no tengo acento andaluz. Que no me pidan que baile. Que yo no cuento chistes. Que mi carné dice Sevilla, que mi fútbol dijo Betis, y mi padre dice Séneca, y mi primera novia dijo Cádiz.

Y que mis amores se bañan por Huelva con tangos, fandangos y pitos de Carnaval.

martes, 13 de febrero de 2007

Henry Jones, Jr.



Qué voy a decir del viejo Indy.

Un mito de infancia y una especie de quimera suciamente puesta ahí delante, hasta que todo, todo, se quiebra en un rosario de realidades y fotogramas ajados. Al revisitarlos destilan tardes, ensoñaciones, ingenuidades (polvo de libros, y dibujos y planos).

Era la época de Reagan: el héroe estaba de moda, en el cine, en la televisión, en la política. Estados Unidos necesitaba salvadores que sacaran adelante la moral (esa moral americana) del país, tan machacada en los 70 por la guerra de Vietnam.

Spielberg y Lucas eran unos chavales ajenos probablemente a esta interpretación que podemos, quizá, hacer ahora del fenómeno (hay que pensar también en Star Wars, en Chuck Norris, en Rambo). Tenían la cabeza llena de tumbas, aventuras, desiertos, junglas, paisajes lejanos y terribles, en un mundo anterior (muy anterior) a la globalización y a las aerolíneas de bajo coste. Tenían mucha mano para contar historias, dólares a un chascar de dedos, y el desparpajo y escaso temor al ridículo que siempre he envidiado en los yanquis (tan niños, tan niños).

Poco más. Yo crecí con esto, como otros crecieron con las películas de vaqueros, y otros con Steve McQueen y su Triumph, y otros con el Betis o los Rolling porque sus primos eran del Sevilla y de los Beatles. Otros muchos, atentos a otro tipo de emociones, prefirieron bucear en sí mismos y en otras personas, cercanas, con pies en el suelo y alma mutua: sin persecuciones a caballo o meharis tras los nazis, sin carretillas de mina desbocadas, ni viejos y fantasiosos Fokker sobrevolando un Shanghai humeante, sin amores de pacotilla y chulería, sin piedras de Shankara y diplomáticos indios que devoraban sesos de mono, y niños, sin alcantarillas venecianas llenas de ratas y caballeros templarios enterrados (mucho antes que Dan Brown). Yo crecí con esto, y me lo creí, a veces (si no me lo hubiera creído, no habría crecido con ello). Yo siempre quise ser Indiana Jones, y lo peor (y lo mejor) es que quiero seguir siéndolo, reservadamente, condescendientemente.

No voy a hablar de la música que aún me pone los pelos de punta del enorme John Williams, ni del humor de chulo taberna con botas rotas que luego Harrison Ford supo más o menos reciclar en el gran Han Solo. Ni de la fotografía, ni de la época, ni de Sean Connery. Ni tampoco de la cuarta parte, que se estrena por cierto el 22 de mayo de 2008, de nuevo con Ford, Connery y Natalie Portman como hija del primero y nieta del segundo.

P.S. El clip es de Indiana Jones y la última cruzada (1989), dirigida por Steven Spielberg y producida por George Lucas. La escena de la persecución en sidecar, después de rescatar Indiana a su padre en el castillo austríaco de Brunwald. ¿Deberán luego buscar a Brody en Iskenderun o rescatar el diario del Dr. Jones de manos del propio Hitler en Berlín? En versión doblada en español, claro :D.

lunes, 5 de febrero de 2007

Sergei Prokofiev - Danza de los Caballeros

Esto suena a:

a) El mar loco contra el mundo, e inacabable, en Porto Covo
b) o la luna cuando da sus argumentos como truenos
(vacíos, llenos, tronantes).
u c) Otros.

(No es una encuesta)

Y los caballeros, mientras tanto, bailando.
Qué hipocritones.




Oídlo aquí, a Prokofiev, Sergei (Sontovka, Ucrania, 1891 - Moscú, 5 de marzo de 1953 [el mismo día que Stalin]) y la Danza de los Caballeros de su ballet Romeo y Julieta.