Cuánto ruido fuera
Cuánto ruido fuera,
ruido de sol y de maleza,
de letras que entrechocan
como sables mal afilados.
La galería inundada
con una normalidad de macetas.
Cuánto silencio dentro
esta mañana calma.
Los brazos apoyados en
la baranda
(de acero negro, aún frío)
que sujeta a una soledad
mimada y torpe.
Tu beso como el vaho leve
de los vencejos de ayer tarde,
lejano, atravesando la meseta,
anidando en mi boca,
tan jugosa a veces de ti,
tan mezquina, a veces, de mí mismo.
Cuanto ruido, a veces, en la calle;
pararse en el silencio antiguo.
Vuelvo adentro, a la cocina,
la vieja mesa tapizada de restos de vino,
de mapas con pepitas de melón pegadas,
de poemas mojados, de cartas del banco,
de postales, siempre postales
urgentes de ciudades cercanas.
Extiendo los brazos, y, lentamente,
empujo las cosas hasta que caen,
y aparece, bajo el barniz, la esquina
donde grabábamos nuestros nombres,
y dibujábamos, silenciosos, el vacío
callado en que todo nos cabe.