viernes, 18 de enero de 2008

Anfitriona de casa de campo en algún lugar entre Grenoble y Valence, en Francia (años después, en Madrid)

Fue una mujer que traía algo de almendra y novedades.
No era mi madre, mi amante
ni mi hija.

Me pegó un balazo en la espalda de los ojos,
en la parte alta del puente,
donde se unen la nariz y los recuerdos.
Fue una aparición mariana que levantaba olores
bajo la hojarasca y tras las alfombras.
Sus ojos caídos, su foulard verde y enorme,
unos pantalones atigrados.

Corriendo calle arriba (yo tarde al trabajo),
durante media mitad de un segundo.

Como si hubiera sido la dueña de una casa húmeda,
camino de un bosque, donde dormí durante unas
vacaciones, cuando todavía era pequeño.
(Ella era más divertida entonces).

La reconocí, no cabía duda.

Y me quedo con su rostro en la memoria, y mientras
calculo la hora de salida de los trenes,
y el ángulo de abertura de los elásticos,
le cuento a alguien que, por fin, la vi.

10 comentarios:

Lara dijo...

Esto es brutal.

A mí también me hubiera gustado verla.

MSalieri dijo...

Es raro cuando te encuentras con alguien conocido mucho tiempo después, tan lejos. Con mi mala memoría sería incapaz de asociar su cara con la del pasado. Me pasaría todo el día mirando pa dentro, de qué la conozco, me suena un huevo, será de... como Marta, la de Roquetas, que iba por Madrid y saludó a alguien porque le sonaba y no quería ser maleducada, y claro que le sonaba, ¡como que era un presentador de la tele! El pobre se quedaría a cuadros.

Miguel Marqués dijo...

La verdad es que no conocía a la señora de nada. ¡Me lo inventé todo! Involuntariamente, eso sí. No sabía si era recuerdo o ficción (al final decidí que ficción, pero por una pura cuestión de probabilidades).

Lo que tú dices, por la cara. Yo lo más jevi para mí fue encontrarme a un amigo de Nacho (Álex el de Atlanta) en pleno Santiago de Compostela, en la puerta de un Zara. O comprarle en un pueblo perdido de Lanzarote una pulsera de cuero a una hippie que resultaba haber sido compañera de viaje en autobús de Roberto, años antes. Y darme de bruces en pleno Amberes con una pandilla de chavalas de Montilla (de la calle Juan Colín), tampoco estuvo nada mal :D

Miguel Marqués dijo...

Por cierto que esto es un lapo en el más puro estilo de okr, aunque con mi toque personal, o sea, un miguelapo.

Tuve que retocarlo mucho: lo escribí medio dormido y repetí muchas palabras, con contrasentidos y de tó.

Aparte no me gusta lo de "aparición mariana"... pero no sé decirlo de otra forma. ¿Ideas? :)

MSalieri dijo...

Hey hey, que si lo retocas no es lapo :D

Aparició mariana... mmm, qué quieres, un toque más laico? :D flash back mental? error en Matrix? aparición ectoplásmica? jarl, pues sí, está jodido, déjalo en aparición mariana.

Anónimo dijo...

no es lapo, es un... miguelapo!

Caperucito Lorca dijo...

Jaja.

Tu poesía es tan peculiar. Interesante el del observador (¿no serás columnista?).

La aparición mariana está bien, nunca viene mal un poquito de religiosidad, así por la mañana, tan de repente.

Lo de Miguelapo mola. Y lo de la hippie ya es para morirse. Me encantan las conversaciones con hippies. Abrazo!

AROAMD dijo...

pues un lapo muy muy bello!

iba a decirte lo que me gusta pero era un poco reproducirlo entero pero pero pero sobre todo: la espalda de los ojos y ese final!

Virginia Barbancho dijo...

Lapo lapa lepe... llámalo equis, invéntatelo, retócalo o ten más apariciones marianas... sea lo que sea, escribe, Miguel, escribe.

Besos porque sí

Aurélia Jarry dijo...

Miguel, qué hermoso hermoso... Qué poesía más linda... Que talento para hacer magia...