sábado, 19 de mayo de 2007

Líquenes

Ella se lo pidió salvajemente, en un fotopoema que había fabricado en la cocina, puesta de nada, sólo las manos con laureles y una herida. Luego insistió, se lo pidió cantando, en inglés, sentados en un sofá bajo un foco rojo, o dentro del baño de mujeres de un sórdido bistró del puerto de Cartagena. ¡Hazlo! No tardes. Él se desenvainó las alas, contrarió a sus súbditos, dejó la ginebra preparada y salió corriendo por la verja del jardín.

La subida es dura, las rodillas le tiemblan como tiemblan las rocas. Las grietas se esfuman bajo sus pies, el fantasma de un toro gigante rumia pánicos encajonado entre dos peñas. Arriba, a la izquierda, arriba. Mide el tiempo enfilando una pulsera indígena contra el sol de peyote (un flan de espliego). Un murmullo: ha confundido su propia respiración con el aullido de un zorro. Él mismo es ya un zorro sediento, blanco, de un cartón piedra tipo sentimental. El aullido se pierde cuesta arriba, con un efecto doppler ahuecado y verde.

Ya ha recorrido la mitad de la subida, saltando de piedra en piedra, gruñendo. Le suda un cuaderno (este cuaderno) en el bolsillo del culo (la indumentaria es absolutamente inapropiada: vaqueros pijos, móvil, zapatillas de fútbol-sala gastadas, cinturón lila). Se vuelve para comprobar si ella sigue ahí abajo: en el sofá del foco rojo, pero ahora en el jardín de los deseos, lejos, un mero puntito distraído. Él, ahora, un perro arañado y feliz.




Luego, la cumbre y su roca plana. Él rodea al mundo, él a los pies del mundo. Recupera el aliento. Desenfoca la vista, delimitando los contornos de las montañas cercanas. No ha hablado desde hace una hora y media, cuando marchó. Dice en voz alta, grita: Pídemelo de nuevo, y ella, un punto distraído (como de brunch, como de té en el huerto) responde, desde el abismo: . Él observa los líquenes y sus colores: verdes, amarillos. También el gris del granito. Un lagarto enorme huye sobresaltado al notar su presencia. Él restriega la espalda contra la superficie rugosa de la piedra. Suelta los ojos al cielo. El sol calienta. Quizá le sorprenda la tormenta, pero no parece importarle. Se acaricia por encima del pantalón. Echa un vistazo alrededor, con convencimiento. A los pocos minutos vierte su semen sobre la superficie cálida y arrugada, dura: el blanco lechoso tornasola la piedra y adquiere inexplicablemente una desconocida consistencia de liquen llameante.

Se seca el semen-liquen entre sus últimos espasmos (lo palpa con los dedos). En su cabeza, el punto distraído se ha hecho grande y ha tomado la forma de una diosecilla cruel y emocional que se estrella invariablemente contra los muros medianeros de lo que él lleve dentro. Abre los ojos entonces: el mundo es el que lo rodea ahora a él, y es el mundo el que está a sus pies. Es curioso, no se ha marchado el mundo, sigue ahí tras el momento de oscuridad casi sólida. Se quedarán a verlo las piedras, las nubes de tormenta, el lagarto colirrojo. El mundo lo recoge en sus manos de mundo. El mundo y sus manos de mundo que no piensan o no piensan más que lo de uno mismo. Vuelve a cerrar los ojos y toca el reguero de semen sobre la roca: lo estéril de su esfuerzo, lo inútil de cumplir con lo que ella le había pedido en aquel sofá, bajo aquel foco, en el baño de aquel jardín. El semen se estaba secando, lo notaba en la punta de los dedos. Adelgazando. Abre entonces los ojos pero es demasiado tarde: tiene las manos cubiertas de hermosos insectos que se lo están bebiendo.

12 comentarios:

NáN dijo...

Hermoso de principio a fin. Y tan real. Como no en el grupo social, pero sí en el personal, que es lo que importa, ellas lo aportan todo todo todo todo, solo nos quedan las pruebas estúpidas que plantean y que, cuando ella es imaginativa, se convierten en actos fundacionales.

O eso o tener un grupo real que sea un calco social. Que para el caso es mejor no tener nada y dormir lo más posible.

MSalieri dijo...

Habría que volver allí dentro de nueve meses, a ver qué pasa.

Lara dijo...

Con respecto al texto: glub. Desarmada.

Con respecto a la montaña: qué pequeño te veíamos desde el jardín, ahora nosotras sabemos cuánto de enorme es la montaña.

Con respecto a los grupos sociales: creo que no entiendo lo que dice Nano. A ver, lo leo otra vez. Mmm.
Mmm. Sigo sin entender lo del calco y los grupos sociales. Pero sí entiendo lo de la prueba: no veo una prueba fememina de ese calibre en el texto (sí las veo en la vida, sé a lo que te refieres). En el texto veo una prueba masculina y personalísima, la petición es una mera excusa.

Mmm. El líquen.

Lara dijo...

Y Marco: ¡subiremos!

Lara dijo...

Liquen, sin n en el acento, digo sin tilde en la e, digo en la i.

Claro. La correctora se ha agobiado tanto de la errata que el comentario lo ha tenido que poner el autor (que está sentado en su puesto de trabajo ahora mismo).

Besos suplantados.

Miguel.

MSalieri dijo...

Pues yo prefiero "líquen"...


Cuestión evolutivo-psicotrópica:

¿Qué saldría de la mezcla de un ser humano-pulpoide, un líquen, una losca y un sol porculero pero alimenticio?

a) Un tío moreno con piedras en el riñón y pie de atleta.

b) Una losca mohosa con ocho patas.

c) Nada, los líquenes no admiten reproducción inter especies (por cuestiones religiosas que no vienen al caso).

d) Un caribú.

Miguel Marqués dijo...

Esto es un claro ejemplo de lo que los americanos llaman, finamente, inter-species erotica. O quizá mejor sería llamarlo inter-regna apareatio, por aquello de lo pétreo, lo humano y lo fúngico.

En fin. También está la opción:

e) Una sempiterna mosquilla de la fruta (alguien supo alguna vez qué mosquillas son esas?).

En fin, por fin.

Lo de la prueba femenina se entiende de manera muy personal y pero no fue la motivación principal del texto, al menos no la consciente. Yo quería más bien hacer hincapié en la comunión inconsciente y no verbalizada con la Naturaleza (cachondeos ni uno, eh!)

Bersos.

NáN dijo...

pero fuiste porque te lo pidió ella

Miguel Marqués dijo...

No, el personaje fue porque se lo pidió a sí mismo. Hacía mucho tiempo que no se hacía tanto caso, y ella sólo le apretó la llaga abierta. Ella en realidad no tiene un interés especial en que él le haga caso a ella, ni en que él demuestre que es capaz de superar pruebas planteadas por ella. En este caso, la prueba la plantea él mismo: ella sólo se la repite al oído, enfadada. No sé si eso entra dentro de ese cuadro psicológico de las peticiones femeninas (probablemente sí), aunque es posible que el texto sí que hable, ya digo, de forma un poco subrepticia sobre eso. Luego está la amalgama poético improvisatoria. , que no sé si es siquiera interpretable de alguna manera... Las cosas del monte.

MSalieri dijo...

Pa mí que en subiendo te caíste sobre un pedrolo y una mosca mutante te picó en el sobaco sudoroso por la caminata y algo lisérgico te poseyó, y de ahí pajearse sobre un liquen hay na más que un paso...

Y esto lo digo sin ánimo de mezclar realidad y literatura. Si lo quisiera hacer, directamente te habría llamado "follaloscas calzonazos".

Me apunto a tu canto de amor a gaia. La naturaleza es guay (menos los mosquitos).

Lara dijo...

¡Me parto con vosotros!!!

Creo que has explicado (lo que sea) muy bien, M.

Pero Nano. ¡¡Te hice unas preguntas y aún sigo con la intriga!! Te dije que no entendía lo de lo social y el rango y tal, y no era burla, ni irónico, ni nada. ¡Era para que me lo explicaras!

Anónimo dijo...

Bueno, como mañana voy a pasar por ahí un ratito, ponemos una mesita en el jardín con un vaso de agua y, por riguroso turno, explicamos cada uno lo que entendemos por eso.

(la verdad es que en estos momentos no me apetece para nada regalaros los oídos a las chicas, así que habrá que esperar otra luna propicia).

Bacci a tutte