miércoles, 4 de abril de 2007

Nadar de vuelta

Al entrar en mi cuarto, me he dado cuenta de que ésta es una de esas noches. Entre párrafo y párrafo de Rossi he caído en la convicción de que, como yo, todo el mundo, tras las paredes, en sus camas solitarias o cálidas, todos están despiertos. Son más de las tres y media; me incorporo. ¡Ésas noches! La de hoy es extremadamente compleja. Si fuera noche de domingo, me arrebujaría entre mis sábanas, quizá leería a Rossi por algunas páginas y por fin, preguntándome por qué el insomno me visita siempre el último día de la semana, me quedaría dormido.
Pero hoy es viernes -o ayer lo era- , y la noche se inquieta. Nadie duerme, en ningún sitio, estoy seguro. Hace calor en la calle -aunque estemos aún en abril-, una brisa resacosa y calentuja hornea la hierba y quema las banderas en sus mástiles, sus bordes ennegrecidos, como los pétalos de hibiscus chamuscados por el poniente en Almería.


Hélène siempre duerme a partir de medianoche; hoy, a las dos y media mantenía aún con Arafa una acalorada discusión sobre gramática francesa. El equipo de fútbol americano deambulaba, alguien tecleaba en la sala de ordenadores, una chica rubia cruza de esquina a esquina, anda sola, tiene calor y ningún miedo a la noche. Ace y Gerardo, fuman marihuana en algún sofa recóndito, eso por seguro. Me levanto y me acerco a la ventana. Emily grita a alguien desde la calzada. Curran tampoco está, su habitación muda.



Nadie duerme. En la calle el calor es un intruso, fuera de lugar, a malas horas. Si cierro los ojos, probablemente me engañe: sería fácil imaginar que es de día y que estoy en la playa de las salinas, la bahía enfrente y los ásperos y sinceros volcanes detrás. Pero la brisa aquí huele a negro, a madera y a animales. Noche indiaria en Iowa. Las nubes se resbalan bajo la luna llena. Sigo en la cama, la luna la veo por los cristales, y oigo las banderas entrechocar contra sus mástiles. Nadie puede dormir, ni siquiera los que se acunan en los recuerdos de la tierra o en los amores no olvidados.


Si tuviera que elegir una noche para no dormir, ésta sería. Iría a bañarme al mar, bajaría a la playa con mi hermano, quizá viniera también mi padre o mi madre, y nadaríamos en la oscuridad, bajo las olas opacas como esta brisa, cálidas e inquietantes como esta brisa. Recuerdo que por San Juan, en Almería, me adentraba en el mar nocturno, hasta que dejaba atrás a mis amigos -pocas chicas se atrevían a perder pie en el agua negra- y entonces, solo, buceaba, intentaba tocar el fondo oscuro e inalcanzable. No sentía temor bajo el agua -sí desafío, o quizá inconsciencia-, pero al salir de nuevo a la superficie, volvía la cabeza como un loco, buscando la orilla, los gritos, el fuego chispeante y naranja. Y entonces nadaba hasta salir a la arena, exhausto y trastabillando, feliz de destrozarme los pies contra los cantos de la orilla en mi huida a casa, al fuego.


Esta noche todos miran alrededor: a su pareja dormida en la cama, al techo blanco, a la foto en la pared, a la luna tras la ventana, a la pantalla de una vieja lámpara, a la camiseta arrugada del Che que llevaron ese día. Recuerdan un número de teléfono, un nombre, el momento en que tomaron una fotografía, o el olor de otras sábanas. Esta noche brilla la luna, pero las resbaladizas nubes y la brisa caliente la borran, la hunden, la apagan. La luna se hiela. Lo que los insomnes buscamos es fuego, y gritos, y gente, y arena. Cuando nos quedemos dormidos, sonreiremos y nadaremos de vuelta.


Iowa, verano de 2000



(c) Latenightpool.com, de la fotografía

15 comentarios:

Gerardo dijo...

¡Tronco!!!!!!! ¿Podrías creer que ayer precisamente platiqué con Ace por el Messenger, tras al menos año y medio sin hablar con él? ¿Te conté alguna vez que ya está casado el cabrón? Sigue trabajando como coordinador de trabajo social para un grupo de jóvenes de los barrios bajos, para un grupo religioso, y acabando su maestría en divinidades. Un tipazo el wey. Prometió mandarme su CD de hip hop. Y yo prometí verlo sin falta la próxima vez que vaya a NYC.

Ahora, sobre el problema del insomnio, también recordarás que yo lo comparto. Aquí te va algo de mi producción literaria insomniaca de la era de Iowa:

"Si eres como yo la sobriedad te servirá de exorcismo. La soledad también. Mi silencio obtiene sentido al escuchar a Billie Holiday jugar con un blues como si fuera un gato, o al acordarme de tu respiración entrecortada por gemidos y palabras de un idioma que sólo yo entendía."

"De nuevo la soledad se vuelve costumbre y voz.
De nuevo la música es brújula y anzuelo.
Mis palabras son peces que flotan inertes en las olas,
despreciados por las gaviotas y por el horizonte,
recordatorios escalofriantes de la muerte,
siempre la muerte.
Leí algo que me describe:
Yo no invoco a la muerte,
la llevo dentro, silenciosa, en lo más hondo.
Es el deseo de eternizar el instante.
Taparse los ojos ante el sol.
No esperar ser alguien.
Por eso huímos del silencio y del polvo.
Por eso pusimos nombre a las cosas.
Por ella recuerdo
y por ella sigo respirando."


Y algo de mi producción literaria insomniaca un par de años después, ya de vuelta en Mérida:

"La Santa Noche"

Es de noche,
y los hogares duermen como naves a la deriva.

Sueñan con ríos de cromo, sur,
Con espirales coronados de espesos atardeceres.

No existe el miedo.
Y el silencio comunica dioses, visiones.
Raíces, manantiales.
Hay que contemplar el silencio como si fuera un árbol.
Hay que reptar en la noche, bálsamo de sombras.


Y uno más:

"Es más de la medianoche y sigo vivo.
Sigo despierto, vertical, en movimiento.
Tengo los ojos abiertos.

Escucho las voces del pasado, los cánticos del viento y del olvido.
Me integro. Estoy de vuelta.

Mi cuerpo suena como un conjunto de voces, un ensamble de pequeños yo.

Soy el que ha sido desde antes. Somos uno mismo. Lo que significa que somos dos, o tres, o más.

Cierro los ojos. Me reintegro."

Me declaro hermano de todos los hombres que he sido.
Me declaro hermano de mis hijos. Me declaro muchos.
Me ofrezco yo mismo a mí.
Y sigo siendo otro."

NáN dijo...

¡Coño! Mientras yo escribía este comentario en Word, para la cosa de las erratas, Gerardo sale de las catacumbias (sic) y se me adelanta. Wilkomen, bienvenû, welcome!


Hace tiempo, Miguel, que sacas unos textos que te tengo ganas; ganas de hacerte un comentario en el que trate de explicarme, a mí mismo y en voz alta, la extrañeza de unos textos de tanta calidez y precisión, tan válidos, pero que andas como escamoteándonos (léase, hurtándote a ti mismo). Que dosificas, tirando de archivo: ¿leeremos dentro de tres, cuatro o cinco años lo que estás escribiendo ahora?

Es como si el niño a cuya ventana le tiraban chinas siguiera queriendo estar metido en el gabinete interior. Constantemente nos dice “es que yo no...”. Pero sí; no es no, sino sí. Estás ya fuera del gabinete, sin tener que hacer listas ni itinerarios, que no comprometen.

No voy a hacer una crítica, claro. No voy a decir que la niña de los ojos grandes está ya viva en el primer párrafo: viva, en cuerpo y en alma. Que en el segundo párrafo la amamos todos por esa mirada. Que en el tercer párrafo compartimos contigo ese rechazo de la sociedad (aunque a lo peor nos estás rechazando a nosotros). A lo mejor es que te identificas con la mirada de condescendencia de la niña, con la mirada de aceptación y su encogimiento de hombros. A lo mejor es eso. Pero el final de la historia deja un perfume especial, del que queremos más.

Y en el texto de Iowa, ¡ah, cómo lo siento!: no me pilla desprevenido. Quien fumaba marihuana en un sofá recóndito no estaba tan inactivo como creías y escribió muy buenas y largas historias que me he leído. Así que conozco las historias. Pero su mirada no es la tuya, claro. Ambas miradas, ni siquiera alternativas, son necesarias (en la medida en que sea necesario o conveniente o gustoso conocer esa época vuestra de Iowa). Y ¿por qué no? (¿te suena esta pregunta?). El caso es que dejas, otra vez, la atmósfera lista para ser recreada por quien no ha estado allí. Parece el primer capítulo de una historia que va a suceder con todos esos jóvenes que no duermen, pero tampoco se juntan todos, que van de uno en uno o de dos en dos, moviéndose nerviosamente. ¡¿Quá va a pasar?! ¿Por qué no nos lo cuentas?

O sea: no sé si eres vago, muy vago, y no quieres escribir todo lo que tendrías que escribir; o si es que, por alguna razón, lo escribes pero no quieres que lo sepamos y lo leamos: está guardado por ahí, para algo; o si es que te niegas a reconocerlo y piensas otras cosas.

Cualquiera de estas razones u otra que ni se me ocurre. Pero el talento y el don, los tienes. Que conste.

Y tampoco me preguntes si voy de coña, como hiciste una vez. Ni esperes que entre otra vez a repetirte esto.

Gerardo dijo...

¡Toma!

¡Publica más cosas cabrón!

Y releyéndolo, jajajaja, Arafa, no me acordaba de aquella vieja y sus macizos labios africanos...Qué viaje me has dado.

Anónimo dijo...

Pues sí, hay que reconocer que Gerardo (el heredero de Whitman en el México chingón) lo dice más corto y contundente, pero dice lo mismo (yo matizo más, ¿eh?).

Últimamente repito mucho lo de Necesitamos un millón de poetas. No sé si es un lema político, un proyecto o una gilipollez, pero sea lo que ser, Ger, te incluyo.

Besos

NáN dijo...

Especial para insomnes es este excelente (diría yo) poema de Isabel Pérez Montalbán (Córdoba, 1964), que va a publicar en Batleby en un libro titulado Siberia propia, o sea que nos viene pal' pelo

PORQUE no toda es vigilia la de los ojos abiertos:
hay que dormir errante en la ardiente oscuridad,
hay que soñar alerta en legítima defensa
y hay que morir por cerrar los ojos, pero sin morir del todo.
Siempre, siempre en la llama durmiendo despiertos.
En las chispas de lo opaco no digas noche sino Vietnam y cobalto,
en la pradera celestina de los sonámbulos cuenta estrellas,
reza la oración de los débiles antes de nacer,
finge no sin una sonrisa que ese puerto final existe
y en la orilla oscura del deseo muerde siempre fiel infiel.
Ya quiere amanecer y el guardián del hielo no se adormece.
Amanece la muerte esposada caminando en el agua
cual milagro cuando quiere amanecer y el aire no es nuestro.
Debajo de la luz ya se preparan los carros del ejército.
Estremece otra música, suenan timbres que violentan
la cerradura de las camas, doblan los pianos crepusculares
y comienza el lento aprendizaje del dolor a solas.
Dormir sobre las piedras, en vela. No aletargarse, no soñar.
Esto me enseñaron: nunca más dormir porque acechan
los parásitos de la mente, los soles truncos se enturbian de buitres,
en chispeantes burbujas tientan los paraísos artificiales,
relumbra el filo de la navaja, ahora sí que los perros ladran,
y con nocturnidad ellos empuñan las armas, ellos
desalojan la quietud: los salvadores de la patria.

Anónimo dijo...

Huele a sal y a arena mojada...

Miguel Marqués dijo...

Qué fuerte. Yo lo vi hace algunos días conectado al MSN (hacía años) y le hablé, pero no me contestó. No lo hacía casado, qué gran noticia. ¡Se ve que ha seguido la recta senda de los hombres auténticos! Ya apuntaba maneras en Pella. ¿Recuerdas la sesión de apertura del grupo que fundó, el Last Liberation Movement. Hay que tener un par de huevos en Central College para pedir fondos para un proyecto así. Un tipazo el cabrón, de verdad.

De tus poemas insomniacos, conocía los de Mérida, pero no el de Iowa que me ha impresionado mucho. Qué descripción tan bien templada para esas horas y esas mentes nocturnas, y con sólo 20 añitos, je. Felicidades carnal, y un abrazazo.

Miguel Marqués dijo...

Nano, gracias mil. Me emociona que te remueva de algún modo las cosas que cuento. Es un privilegio contar contigo como lector :).

Gerardo y Ace, cuando se tiraban en un sofá a fumar, eran pura actividad. Las lámparas de las habitaciones titilaban y crecían telas de araña con dragones rosas en las esquinas (que sólo ellos veían). Tanta era su concentración que encerraban con ellos kilos y kilos de lápices y cuadernos y pegaban un cartel en la puerta de la habitación de Gerardo conminando a los posibles visitantes a hacer una llamada de teléfono antes de golpear la puerta. Yo estaba eternamente invitado y casi muchas veces me uní a ellos. Otras prefería guardar un prudente silencio personal y que me lo contaran en la cafetería al día siguiente.

Por otro lado, estoy un poco cansado de esta cuestión de salir o no salir del armario de la escritura/no escritura. Yo lo dejaba claro en el perfil de mi antiguo blog, que escribí hace años: escribo a empellones tan infrecuentes como difíciles de obviar (y esto también cansa a muchos, lo sé).

Soy un auténtico gandul, sí, y si escribo por mí, es hasta que me sacio, que suele ser pronto. El esfuerzo de continuar pocas veces me merece la pena. Mi capacidad de ficcionar es escasa. Y, claro está, los huecos los relleno con otras muchas cosas. Esto no quiere decir que las cosas cambien de la noche a la mañana, jeje. Es algo que depende más bien de cómo se levante el día.

carmen moreno dijo...

Joder, Miguel, a mí, con permiso de la Niña Lara, me tienes enamorada... Nano tiene mucha, mucha razón: tienes talento, más que muchos de los escritores que se hacen llamar así, pero respeto tus momentos de gandul insomne. De cualquier manera, necesitamos leer más cosas como estas. Pliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiisssssssss

Virginia Barbancho dijo...

Me ha encantado Miguel!! Jo! Qué manera de transportar a Iowa (Iowa!) a alguien que nunca ha estado allí... y encima gratis!!!

Me sumo a Carmen... más madera!!!

Un besazo

Emilio Ruiz Mateo dijo...

¿Tercera y última parte? Por un momento busqué un 1 y un 2, pero pronto deseché la idea. Me gusta leer inconexo y disfrutar sorpresas como ésta.
Qué bien cuando te traduces a ti mismo...

Miguel Marqués dijo...

¡Anda!

Y yo buscando los comentarios en la otra entrada, jeje.

¡Muchas gracias Carmen, Vicky, Emilio!

Esto lo escribí hace mucho, pero todavía me tiene pellizco. Y creo que cierra bien la temática de las partes I y II (aunque no tengan nada que ver entre sí).

Beso

Emilio Ruiz Mateo dijo...

ya, yo también me he liado un poco con dónde dejar el comentario... jajaja

Anónimo dijo...

oh!!!
yo solía ser insomne. Antes, leer sobre el insomnio me desasosegaba demasiado. Ahora sólo lo justo.
Y siempre me gustó nadar de noche en el mar (en uno de los 400)
Me ha encantado!

kika... dijo...

Me ha encantado... yo, por San Juan, salto la hoguera pero no nado hasta lo profundo...

:)

besos almerienses...
K