jueves, 10 de julio de 2008

México

No he vuelto a ver a Gerardo desde aquel tiempo (principios de siglo), aunque hemos mantenido un contacto poco frecuente pero cercano a través de Internet. Hace cosa de un año, cuando Lara y yo andábamos derritiéndonos por Lavapiés, me mandó un mensaje de correo electrónico contándome que justamente tenía un amigo en Madrid en esos días que se había quedado algo descolgado: acababa de terminar unos cursos de posgrado (un tour por parques nacionales españoles con un grupo de biólogos del que formaba parte), la habían cambiado un vuelo de fecha y andaba vendiendo pulseras huicholes en el Rastro. "¿Sí lo podrías alojar un par de noches?". Accedí encantado. Karín resultó un tipo estupendo con el que compartimos algunas horas, más de las previstas, porque Lara y yo perdimos un avión que nos debía llevar a una boda en Jerez y tuvimos que volver a casa, donde estaba Karín terminando de instalarse. Le contamos la contrariedad y charlamos animadamente un rato. Y le compramos un bolsito huichol, de los que se llevan en el rito del paso a la edad adulta, y una pulsera con flor de peyote. A cambio, se quedó con nuestra camota para él solo y nosotros fuimos a dormir a Zarzalejo.

Pasaron los meses y Facebook, ese club virtual de reencuentros, fotos y desavenencias, se convirtió en la nueva puerta de contacto con el Trasatlántico. Me apareció Karín por ahí y en el primer intercambio de mensajes le envié abrazos para él y Gerardo y prometí visitar México más temprano que tarde. "Vente en julio. Mira lo que tenemos preparado", respondió Karín.



La oportunidad era única. Yo planeaba dejar la empresa y empezar como autónomo. Gerardo, después de varios años en México, se marcha en agosto para completar un posgrado en California. Y yo, nomás tenía dentro la quemazón del salto otra vez. Ver de nuevo a un amigo de hace tiempo, la selva maya, y un contacto verdaderamente cercano (y productivo) con una naturaleza y un pueblo fascinantes.

Por fin la América Latina continental. Por fin México.

¡Estaré de vuelta en un mes!

[La foto es del ejido Felipe Carrillo Puerto, cerca de Chemax, donde desarrollaremos el trabajo. Cortesía de Bioasesores Asociación Civil, de Mérida]

jueves, 3 de julio de 2008

Festival Cha'ak'ab Paaxil 2008
(Mérida, México)




Hace unos años viví en Estados Unidos. Uno de los recuerdos que con más viveza tengo grabado de ese tiempo es del día en que mi compañero de casa y posterior cuatacho, Gerardo Alejos (que alguno de vosotros conoce), me mostró su colección de discos, que mantenía pulcramente ordenada sobre una cómoda de su habitación. "Estoy empezando a juntar discos de jazz. Aquí en EEUU los discos son baratísimos y se encuentra de todo. Es fascinante".

Yo tenía bien poca idea de jazz: dixieland aparte, se me hacía difícil. Con él escuché algo más: Miles Davis, Thelonious Monk, John Coltrane. Las notas suaves se filtraban hora tras hora, a partir del atardecer, bajo la puerta de la habitación de Gerardo. Pusieron algo más que un sonido exquisito a esa covacha polvosa, ocre y cálida, en que siempre era bienvenido el plan mas improbable, la gente más inesperada, alguna chela fría y siempre el último spliff. Ese jazz fue la banda sonora de un inframundo reinante, oscurecido, más real que las banderas brillantes del campus y el hiphop de las fiestas de hermandad.

Gerardo apenas levantaba veinte años y al terminar el curso no tenía sitio en aquel mueble para tanto disco. Compuso además algunas coquetas piezas de guitarra grabadas en un radiocassette extra-lo-fi. Tomó en la universidad clases de historia de la música y del jazz. Creció de vuelta en México, y hoy, ocho o nueve años después de aquella declaración de intenciones, estrena su primer festival de improvisación musical, jazz libre, electroacústica, noise, organizado junto con el grupo de gestores culturales Dynamo Aktivität:

Cha'ak'ab Paaxil 2008 ("música libre", en maya)


Abre en Mérida (México), capital del Yucatán y ciudad natal de G. Durante cuatro días el Caribe mexicano podrá disfrutar una muestra variada y de calidad de estas músicas, especiales, únicas, inquietas, profundas.

Cuando escribo esto faltan unas ocho horas para que comience el primero de los conciertos. Si alguno anda de casualidad por ahí, que se asome. El jazzero que no esté, puede verlo en Mérida TV Online. No dejéis de darle un go. No deja indiferente, como poco.

Gerardo, además, me hará de anfitrión y cicerone por su tierra de aquí a pocas semanas. ¡Qué ganas, compañero! Y, ¡suerte! ¡Que lo disfruten!