lunes, 18 de febrero de 2008

POR QUÉ NO ME IMPORTÓ ESTUDIAR TRADUCCIÓN E INTERPRETACIÓN
En 42 reflexiones



1. Porque me apetecía hacer un examen de acceso después de Selectividad y me sentí estratosférico cuando lo aprobé.


2. Porque estaba convencido de que sería capaz de hablar 6 idiomas en 4 años. Después de ese tiempo, di gracias por seguir dominando el mío (y conocer dos más como para que me den de comer. para que luego te llegue un colega de un colega a decirte que inglés y francés, ¿nada más? que su primo estuvo en londres y viendo a españa en los mundiales de alemania y habla "perfectamente" 5 idiomas, y los cuenta con los dedos de una mano, y luego pregunta que si interpretar es como lo de la traducción simultánea con los casquitos y...)

3. Porque pensaba que la interpretación tenía que ver con ser actor. Luego me di cuenta de que, en realidad, sí, y mucho más de lo que había sospechado.

4. Porque de pequeño veía todas las series y pelis en versión original y sin subtítulos. No me enteraba de nada pero me encantaba porque sonaba como a otro sitio, lejos.

5. Porque donde los demás ven guiris, yo veo la oportunidad de "practicar idiomas", y todos los que encuentro por la calle me parecen simpaticotes/as y un poco perdidos/as, faltos de un amigo/rollo.

6. Porque me sé todas las canciones en versión original y nunca echo mano del 'niano niano' ni del 'whachuwaruwí'. Además, se las traduzco a mis amigos y se las imprimo en un papelito tamaño portada de CD.

7. Porque quería ser Indiana Jones (después de aquella escena en que el joven Indy habla 18 idiomas diferentes con una chavala que se queda alucinada. luego te das cuenta de que las chavalas de la facultad hablan siempre más idiomas que tú. chico listo. hala, a ligar a ambientales), pero a lo más lejos que he llegado ha sido vender tiques en la montaña rusa homónima de EuroDisney. (¡Y contento, eh!)

8. Porque puedo hacer interpretación simultánea cuando estoy viendo una película en versión original con mi novia y los subtítulos bajados de Internet desaparecen sin previo aviso.

9. Porque me encanta conservar los 5 diccionarios de inglés, 2 de francés, 1 de portugués, 3 de alemán, el de gramática, el de la RAE, de colocaciones, el panhispánico, el Alcaraz Varó, etc. Tengo hasta diccionarios de idiomas que no sé dónde se hablan.

10. Porque no hay nada mejor que pasarse horas y horas, incluso días y días, en una misma traducción sobre conocimientos de embarque y aranceles para una naviera de Alaska.

11. Porque en los exámenes de traducción te dejaban llevar todos los diccionarios y los glosarios que quisieras (o pudieras), y me encantaba andar todo el día cargado con ellos por la facultad.

12. Porque no teníamos apuntes, pero sí 1.700 páginas de tratados incomprensibles sobre asuntos tan abstractos como la psicolingüística, la pragmática o la terminografía lexicológica.

13. Porque teníamos exámenes que duraban 4 ó 5 horas en los que tan sólo se pedía traducir un artículo sobre la cría caballar en las planicies del Yukón y su impacto en la economía esquimal. Y te faltaba tiempo.

14. Porque me encantaba dejarme una pasta en The Economist y en Le Monde Diplomatique.

15. Porque sigo suscrito a The New York Times en línea, pero no sé muy bien para qué.


16. Porque me ahorraba una pastora gansa en tabaco, cubatas o jachís: bastaba para cubrir la jornada el colocón con el que salías de la cabina tras 25 minutos de simultánea sobre reglamentos comunitarios para buques de doble casco.

17. Porque me encantó empollarme los 153.000 phrasal verbs que existen en inglés.

18. Porque me flipó conocer todas las instituciones de la UE, su función, su presidente, vicepresidente y ministros de memoria.

19. Porque, desde mi paso por la facultad, mi capacidad receptiva no se bloquea (nunca, palabrita) cuando cambio bruscamente de uno de los varios idiomas que hablo al otro.

20. Porque mereció la pena, al menos durante un espacio de tiempo total de unos treinta y cinco sublimes minutos a lo largo de toda la carrera, haber sido capaz de escuchar un idioma, pensar, traducirlo, y hablar en otro idioma distinto, todo a la vez y correctamente. Gracias a ello, ahora estoy perfectamente capacitado de reservar hostales en Ámsterdam por teléfono (con encanto, baratitos, en el centro y que dejen fumar en la habitación), mientras discuto con mi novia, a quien la cama no le parece demasiado cómoda en la foto.

21. Porque sé que en el idioma inglés, injustamente desprestigiado por su supuesta simpleza, hay unos 763 verbos de movimiento dependiendo de cuál sea la superficie sobre la que te desplazas, lo cansado que estés o si piensas tomarte un Bitter Kas cuando llegues a tu destino o no, si bien nunca consigo retenerlos y tengo que mirarlos una y otra vez en el diccionario, aunque salgan 18 veces en el mismo texto. Igual con cualquier verbo que tenga que ver con los conceptos de "mirar", "sonreír" o "gesticular".

22. Porque mido el tiempo en traducciones: 'cuando acabe esta traducción voy a hacer la compra'.

23. Porque me encantaba no entender ni jota mis propias notas en interpretación. Siempre parecía que las había escrito otro.

24. Porque es normal que no me gustara el sonido de mi voz grabada en cinta tras una interpretación. Siempre parecía la voz de otro.

25. Porque me encanta seguir sin saber qué es la pragmática en tanto que campo de estudio de las implicaturas prácticas del uso del lenguaje.

26. Porque adoraba hacer cola en los despachos de los profesores para que te entregaran una traducción corregida. Luego te das cuenta de que esto es así sólo en la facultad, y que en las empresas te mandan traducciones corregidas, quieras o no, y cuando menos te lo esperas.

27. Porque traducción e interpretación fueron una buena excusa para viajar (la mejor excusa para viajar).

28. Porque sigo sin tener ni idea de quién es María Moliner, pero fue un placer usar su diccionario.

29. Porque me encantó conocer mundo cuando ser Erasmus era aún una aventura: no había ni euros, ni easyJet, ni España Directo, ni metro a Barajas, chateábamos por telnet o IRC y uno se emocionaba cuando tenía ¡5 mails nuevos desde España! en su cuenta recién abierta de Hotmail.


30. Porque para estar al día había que ver el telediario de las 5 a.m. antes de ir a clase.

31. Porque casi nadie estaba al día antes de ir a clase.

32. Porque siempre había alguien que estaba al día por todos los demás.

33. Porque he llegado a estar en aulas en la que nadie compartía mi inclinación sexual por la hembra (y eran aulas grandecitas...).

34. Porque, desde entonces, cada vez que hago una traducción a otro idioma consulto segundas opiniones a colegas guiris y los tengo agrupados en el messenger en grupos como "dublín", "bruselas", "erasmus" o "intercambio".

35. Porque se puso fin a la controversia sobre quién es el patrón de los traductores: ni San Jerónimo ni Alfonso X el Sabio. San Gúguel y Santa Güiquipedia son nuestros patrones.

36. Porque con Gúguel entendí lo que era la frecuencia global de una palabra, y llegué a confiar ciegamente en este bendito parámetro.

37. Porque quise llegar a ser intérprete en la ONU, eso sí, trabajando un mes al año y los otros 11 viajando o traduciendo literatura neozelandesa y guiones de Los Simpson.

38. Porque todos hemos soñado con ser freelancers, lo más cool de la vida, aunque después consista en estar en pijama todo el día, con el tabaco y el teclado como únicos compañeros, comer y cenar dependiendo de cómo vayas con la traducción, y perder un cuarto de hora en facebook o en tu blog cada vez que vas a mirar una palabra en un diccionario en línea.

39. Porque fue divertido comprobar que los catalanoparlantes y gallegoparlantes siempre habían creído saber catalán y gallego, hasta que empezaron a suspender catalán A1 / gallego A1 y sus respectivas posteriores asignaturas de traducción. También fue divertido comprobar que los no catalonoparlantes y gallegoparlantes en realidad no entendemos un carajo de esas lenguas, pese a la creencia popular (ah, sí, el catalán se entiende perfectamente si te hablan despacio. copón pa ti.)

40. Porque todos hemos querido ser localizadores de software, porque era lo más moderno, y hemos terminado pidiendo a gritos la aniquilación de la tecnología, y tablillas de cera y punzón para dedicarnos a retraducir las obras completas de Tito Livio.

41. Porque me encanta eso de: depende de quien te pague.

42. Porque el que vale, vale y el que no, en Filología cabe.

domingo, 17 de febrero de 2008

La melancolía de Zidane


[...]

El cabezazo de Zidane tuvo la inmediatez y la sutilidad de un ejercicio caligráfico. Si bien sólo fueron necesarios unos segundos para consumarlo, no pudo sobrevenir más que como término de un lento proceso de maduración, de una larga génesis invisible y secreta. El gesto de Zidane ignora las categorías estéticas de lo hermoso o lo sublime, se sitúa más allá de las categorías morales del bien y del mal, su fuerza y su sustancia no dan cuenta más que a una irreductible adecuación al instante preciso del tiempo en que ocurre. Seguramente, el acto llegó desde lejos, arrastrado por dos vastas corrientes subterráneas: la primera, de fondo, amplia, silenciosa, poderosa, inexorable, que nace tanto de la melancolía pura como de la percepción dolorosa del paso del tiempo, está relacionada con la tristeza del final anunciado, con la amargura del jugador que disputa el último partido de su carrera y no se decide a poner punto y final. Zidane nunca pudo decidirse a poner punto y final: nos tiene habituados a las retiradas en falso (como contra Grecia), o a las retiradas que no se consuman (contra Corea del Sur). Siempre le ha sido imposible poner fin a su carrera; mucho menos con elegancia, porque terminar con elegancia no es terminar: es clausurar una leyenda. Enarbolar la copa del mundo es aceptar la muerte, mientras que no retirarse dejaría perspectivas abiertas, desconocidas y vivas. La otra corriente que impulsó su gesto, corriente paralela y contradictoria, alimentada de un exceso de atrabilis y de influjos saturnianos, fue el deseo de terminar lo antes posible con todo, el deseo irrefrenable de abandonar bruscamente el terreno de juego y volver a los vestuarios (partí de repente sin avisar a nadie [i]), porque ahí está el hastío, súbitamente, inconmensurable; la fatiga, el agotamiento, el hombro que duele; Zidane no llega a marcar, no aguanta más a sus compañeros, a sus rivales, no aguanta más al mundo, no se aguanta a sí mismo. La melancolía de Zidane es mi melancolía, la conozco, la alimento y la sufro. El mundo se vuelve opaco, los hombros pesan, las horas parecen apesadumbradas, más largas, más lentas, interminables [ii]. Se siente rendido y, de repente, es vulnerable. Algo en nosotros se vuelve contra nosotros [iii] y en una borrachera de cansancio y tensión, Zidane no puede por más que acometer el acto de violencia que libera, o el de huida que alivia, incapaz de deshacerse de otro modo de la tensión que lo oprime (y es la huida final ante la consumación de la obra [iv]). Desde el comienzo de la prórroga, Zidane no dejó de expresar su cansancio de manera inconsciente, con el brazalete de capitán cayéndosele todo el tiempo, el brazalete que se afloja y que Zidane nunca termina de ajustarse torpemente sobre el brazo. Zidane significa así, a pesar suyo, que quiere abandonar el campo y volver a los vestuarios. No tiene ya los medios, ni la fuerza, la energía o la voluntad de sacar adelante un último jalón, un último gesto de pura forma: la cabeza, tan hermosa, acariciada por Buffon instantes antes, le abrirá definitivamente los ojos sobre su irremediable impotencia. La forma, en ese momento, se le resiste y esto es inaceptable para un artista, son conocidos los lazos íntimos que unen arte y melancolía. Incapaz de marcar un gol, Zidane marcará los espíritus.

[...]


[i] Jean-Philippe Toussaint, El cuarto de baño

[ii] Jean-Philippe Toussaint, El cuarto de baño

[iii] Jean Strarobinski, L’Encre de la mélancolie

[iv] Freud, Un recuerdo de infancia de Leonardo da Vinci


La melancolía de Zidane (2007, fragmento), de Jean-Philippe Toussaint (Bruselas, 1957)
[Mi traducción]


La foto se tomó prestada de Ti voglio bene.

martes, 12 de febrero de 2008

Proyecto 80%






El proyecto: Llegar al 80% de participación en las elecciones generales del 9 de marzo.


La motivación
: Movilizar a todos los votantes de centro, izquierda y centro-izquierda que, endémicamente, se quedan en su casa el día de las elecciones, por apatía, derrotismo, irresponsabilidad o mala hostia.

El objetivo: Evitar mano política de los obispos, el ranciopatriotismo y la intolerancia (sí, ese concepto manido). Cada uno que añada lo que quiera a la lista.

Votando tanta gente, estamos convencidos de que no ganará la derecha.

La manifestación más numerosa de los últimos tiempos: nos gustaría verla el día 9 de marzo, en las urnas.

lunes, 11 de febrero de 2008

Sonic Boom





Sudo un mundo,
Tanto de mí mismo que no me creo.

Un segundo, tuyo,
busca una voz por aquí abajo y arriba,
reacciona a la velocidad de lo que temo.

Futbolistas melancólicos, sexo en la red.
El tabaco me da arcadas.
El vino sabe rancio.
Las bombillas no son nuevas.
Las noticias se resbalan.

Pero
sudo un mundo
cuesta abajo,
me cantan los pájaros al oído.

Hilo poco, en clave, sin laberinto.

Pues sí, ese día
metí una carpeta en mi maleta de los viajes largos.
Coloqué una combinación que creí poder olvidar.
Y no, aquí ruedan de nuevo las muescas y sus dígitos
4
23
108

Las dejo correr, no me importa qué le ocurra al mundo.
Campos magnéticos de púrpura ahogo,
que hacen y deshacen y son un experimento,
entre piedras y noches con ruidos
y tardes espesas follando,
sueños y sueños carne.

Pero
así mismo, encuentro estos papeles
y me rebelo contra la autoestima.
La autocracia.
La autoría.
La auto.auto.auto.

Y los tiro por la ventana
a la calle y sus gentes,
por si estoy enamorado,
de este amor que
no es automático
autocrático
autodefinido.

Es algo así como
los helicópteros del apocalipsis, ahora
Una caja en una fosa abisal
La huella que deja tu boca
La ternura y el tedio, y la ternura
El éxtasis de
Un cachorro que se obsesiona por otro

Pero
un paso más allá
de la velocidad de las palabras.

Me autorizo.

Es
auténtico
y terrible.